Por Javier Sierra
No, este no es el título de un nuevo éxito musical. Es simplemente un nuevo estilo de vida que está transformando a nuestra comunidad. Y lo está haciendo gracias a pioneros como Juan Parras, Chris Vélez y Alberto González, cuyos extraordinarios ejemplos se sienten como un baño de optimismo para el espíritu.
Los tres ejemplos son parte del libro «Hispanics Living Green,» una colección de biografías de 14 hispanos cuyas vidas están centradas en buscar un equilibrio con la naturaleza y en el respeto a nuestro planeta. El libro está disponible aquí: http://aasbea.com/portal/index.php/category/books/hispanics-living-green/.
Juan Parras, un veterano activista de Houston, trabaja en las trincheras, en la línea de fuego de la lucha contra las injusticias medioambientales. Su campo de batalla es Manchester, el barrio más contaminado de Houston, la ciudad más contaminada del país.
«Las injusticias medioambientales tienen que ver con la sobrecarga de contaminación de nuestras comunidades», dice Juan, cuya organización T.E.J.A.S., enseña al público los peligros de la degradación medioambiental. «Demasiadas comunidades asumen que sus condiciones medioambientales son una manera de vivir y que nada puede cambiarlas».
Este estilo de vida puede ser letal. Según la Asociación Pulmonar Americana, correr en Houston equivale a fumarse un paquete de cigarrillos al día. A lo largo del Canal Naviero, donde se encuentra Manchester, las condiciones empeoran exponencialmente. Allá, decenas de plantas petroquímicas envenenan el aire emitiendo toneladas de algunos de los peores carcinógenos que se conocen.
«A nosotros, la gente de color, nos tratan como basurales», dice Juan, recordando que el 66% de los latinos vivimos peligrosamente cerca de un lugar tóxico. «Lo que debemos hacer es concentrarnos en educar a nuestra gente sobre las injusticias medioambientales» que sufren y cómo defenderse contra ellas.
«Un medio ambiente limpio es un derecho humano. Todos tenemos derecho a respirar aire limpio,» proclama Juan.
Chris Vélez, por su parte, cree que todos tenemos también derecho a una tierra limpia que cultivar. Como dueño de una granja biodinámica en Auberry, California, en la que no se usan pesticidas ni otros productos químicos, Chris considera su propiedad «un gran organismo saludable» resultado de «prácticas agrícolas saludables».
Sus métodos se basan en un estricto respeto por la tierra y los organismos que viven en ella y considera su granja, llamada Stella Luna, una parte de la comunidad que les rodea.
«Lo que tratamos de hacer es restaurar la cultura en la palabra agricultura», dice, crear una «fertilidad saludable». Esto, agrega, es lo que les diferencia de la agricultura industrial.
Chris mantiene una simbiosis con las comunidades que le rodean, ya que sus productos se venden en los supermercados locales.
«Es mucho más barato y más fresco comprar productos locales», insiste y recomienda a los consumidores que apoyen a las granjas cercanas y que pidan a los gerentes de los supermercados que compren productos de esas granjas.
Chris resume su filosofía en el siguiente círculo virtuoso: «La gente saludable forma comunidades saludables que mantienen saludable a nuestro planeta».
Granjeros como Chris son los únicos abastecedores de Alberto González, dueño de GustOrganics, el primer restaurante orgánico certificado por el Departamento de Agricultura en Nueva York.
«El sistema alimentario de nuestro país es un monstruo que hemos creado apoyando durante demasiados años la comida barata y con ello hemos eliminado las buenas prácticas agrícolas», dice Alberto, cuyo lema es «Cambiando el mundo comida a comida».
Todos los ingredientes que se sirven en su restaurante, incluyendo el bar, carecen absolutamente de productos químicos, antibióticos sintéticos y hormonas, lo que se traduce en un menú que Alberto llama «puro amor».
«Los productos orgánicos saben mejor y son mucho más saludables», insiste, «no sólo porque tienen más nutrientes y antioxidantes, sino porque no contienen los productos químicos y artificiales que están matando a nuestra gente».
Alberto se lamenta del menú insípido al que está acostumbrada la inmensa mayoría de los norteamericanos.
«El problema en nuestro país es que perdimos el gusto de la buena comida hace mucho tiempo, por eso agregamos más y más especies y productos artificiales para que sepa a algo, y esto gradualmente nos ha arruinado el paladar», dice.
La filosofía empresarial de Alberto rechaza las ganancias como objetivo principal e insiste que su prioridad es ofrecer buena comida al público sin dañar el medio ambiente.
«Mi propuesta es una triple ganadora», dice, «porque es buena para ti, buena para la comunidad y buena para el planeta».
Obviamente, una receta de muy buen gusto. Que viva la vida verde.
Javier Sierra es columnista del Sierra Club. Visite EcoCentro.