Por Javier Vélez Arocho
En años recientes, el ciclismo de montaña ha tomado un auge insospechado en todo Puerto Rico. Podemos decir sin exagerar, que nuevas pistas senderos aparecen cada pocos meses tanto en terrenos privados con en bosques o reservas. Esta nueva tendencia ha generado choques o encontronazos entre senderistas, manejadores del recurso o entusiastas de las bicicletas de montaña como yo. También se han unido al coro los senderistas y grupos ambientales que buscan sacar este deporte de las áreas que históricamente se han utilizado para caminar y observar aves. Por otro lado, algunos manejadores del recurso también han decidido cerrar los accesos a los ciclistas amparados en el supuesto daño que causa esta práctica a las veredas y árboles. Ahora bien, ¿causa realmente daños al ecosistema el ciclismo de montaña?
Debido a mi interés en el deporte y por el hecho de que muchos de los terrenos públicos en Puerto Rico ofrecen experiencias espectaculares cuando de buenos senderos se trata, me he dado a la tarea de buscar estudios que justifiquen la eliminación de esta actividad de los bosques de la Isla. Luego de mucha búsqueda, encontré múltiples estudios realizados en el continente americano. Sin embargo, estudios específicos para la Isla no existen o por lo menos mi búsqueda no rindió frutos. Aun los estudios hechos en los Estados Unidos son limitados y los que se han llevado a cabo descartan la noción de que este deporte impacta o altera nuestros recursos naturales de forma más agresiva que el senderismo. Interesantemente, estudios han demostrado que tanto el ciclismo, el observar aves, el senderismo, el uso de vehículos 4×4, la caza y la pesca, todos impactan los recursos naturales. En 2014, la Cámara de Representantes a través de la R. de la C. 807, comisionó al Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) la preparación de un estudio para estos fines. Me parece que no se ha llevado a cabo.
Mi experiencia tanto en terrenos privados como públicos ha sido que los senderos o caminos se deterioran con el tiempo. Lo he visto en la finca de mi familia en San Sebastián como en los senderos de los bosques públicos o fincas privadas. ¿A qué grado el impacto por bicicletas en senderos existentes compara con otros usos? No tengo la respuesta, pero he podido observar que los grupos han desarrollado teorías basadas en ideas de comparar, por ejemplo, las suelas de los zapatos con el patrón de las gomas, las marcas de un patinazo, entre otros. La realidad es que no hay mucha tela de donde cortar para formar una opinión. Ahora bien, mi experiencia me dice que si se utiliza un sendero existente y al mismo se le da mantenimiento, el impacto debe ser mínimo. Sin embargo, he podido observar cómo también ciclistas quizás cansados de la misma ruta o del hecho de que el sendero está impenetrable por la falta de mantenimiento, han decido crear nuevas rutas o senderos y eso sí causa fragmentación de un ecosistema o el impacto directo a especies que están fuera del sendero tradicional.
Durante el pasado año he podido recorrer múltiples circuitos en terrenos públicos y privados y he podido observar parte del impacto de estas actividades y cómo en aquellos lugares donde hay un mantenimiento adecuado el recurso natural se encuentra en muy buen estado. Por ejemplo, lugares como Cerro Gordo, que comenzó como un lugar para caminar y luego entraron las bicicletas, tiene cierto grado de mantenimiento, pero necesita mucho más. El uso ya sea por transeúntes o por bicicletas va a exponer las raíces de los árboles. Esto, que puede ser un atractivo para el ciclista de extremos, requiere que se cubran periódicamente para evitar que los árboles se debiliten y terminemos teniendo un desierto en medio de un bosque. He visto cómo “mantenedores” de las veredas optan por cortar las raíces expuestas en vez de taparlas. Esta práctica sencillamente debe prohibirse. Las mejores veredas en los terrenos públicos en los Estados Unidos poseen un calendario de mantenimiento constante para evitar que el terreno se degrade al punto de no poderse utilizar.
Otro caso interesante es el uso de la Reserva de Tortuguero en el Municipio de Vega Baja. Si bien el DRNA no permite su uso, los ciclistas utilizan el mismo a diario en un juego del gato y el ratón contra los miembros del Cuerpo de Vigilantes que patrullan la zona. La realidad es que dicho recurso natural ofrece una de las mejores experiencias en término de ciclismo de montaña que tiene Puerto Rico. Sin embargo, los ciclistas han desarrollado un enjambre de veredas que representa una seria amenaza el recurso. Aun cuando la reglamentación especial de la reserva prohíbe el uso de bicicletas en la zona, entiendo es posible mantener una sola vereda que de ser manejada y vigilada de forma adecuada y agresiva puede brindar una experiencia única a los ciclistas y amantes de la naturaleza en Puerto Rico. Esto podría servir además de modelo de cooperación entre todos los constituyentes. Prueba de que esto es posible es el proyecto que existe en el Bosque de Cambalache en Arecibo y en la Reserva de Boquerón en Cabo Rojo. Estos modelos han probado ser excelentes y de gran cooperación entre manejadores y usuarios.
No importa si es Puerto Rico, Estados Unidos, Europa, Asia o África, las actividades humanas por más pequeñas que sean van a impactar un recurso natural. El ciclismo de montaña llegó para quedarse y es importante que todos los constituyentes de los terrenos públicos (gobierno, legisladores, ciclistas, manejadores, grupos ambientales, residentes y científicos) tomen responsabilidad en su regulación y manejo. El aislarse de la participación y manejo es un error que puede desembocar en la pérdida de un importante recurso natural como son los bosques y las especies que en ellos habitan. La Legislatura de Puerto Rico debe dar seguimiento a sus pedidos y exigir al Ejecutivo la implementación de los mismos. El participar activamente en su uso, puede resultar en el desarrollo de modelos exitosos que puedan replicarse y que garanticen la salud de nuestros recursos naturales. Esto es importante para nosotros como país y no debemos esperar menos.
El autor es socio de Ecostahlia. (foto destacada por Mark Turner, Flickr, Creative Commons)