Personas se manifiestan en contra del oleoducto Keystone XL, que transportaría petróleo bituminoso, el más sucio del planeta, desde Alberta, Canadá hasta el Golfo de México. (suministrada por el Sierra Club)

Por Javier Sierra

¿Está dispuesto a decirle a sus hijos que nacieron una generación demasiado tarde? ¿Que no hay nada que usted pueda hacer para combatir la destrucción del clima planetario?

Yo tampoco. Quizá le gustaría compartir con ellos que hay mucho que todos podemos hacer para confrontar el reto más serio de nuestra era.

Hay muy buenas noticias en este sentido. El Presidente Obama, en su segundo discurso de investidura, hizo la declaración de intenciones más rotunda contra el calentamiento global en la historia de la presidencia de Estados Unidos.

“Responderemos a la amenaza del cambio climático, sabiendo que no hacerlo traicionaría a nuestros hijos y futuras generaciones”, dijo el mandatario, dedicando más tiempo a este tema que a ningún otro en su discurso. “Algunos aún niegan el abrumador juicio científico, pero nadie puede eludir el devastador impacto de asoladores incendios, ruinosas sequías y tormentas aún más poderosas”.

El Presidente Obama tiene en sus manos hacer más contra el cambio climático que ningún otro ser humano. Para empezar puede, y debe, exigir responsabilidades a las industrias petrolera, carbonera y de gas, cuya contaminación de carbono, hollín, smog y mercurio envenena el aire y agua de todos, especialmente en las comunidades hispanas.

Esta amenaza climática es también una oportunidad única para la prosperidad de nuestro país. El Presidente debe volcar los recursos federales en la energía limpia, abriendo canales de inversión y financiación a la eficacia energética y la energía renovable y creando millones de empleos que revitalizarán la economía nacional.

La violencia climática que ya experimentamos acentúa aún más la urgencia de proteger a nuestras comunidades. El Presidente debe usar las agencias federales para asegurarse de que exista una respuesta apropiada y justa a los desastres climáticos y considerar que las minorías son los grupos más vulnerables a dichos desastres.

El mandatario también tiene la oportunidad única de proteger los terrenos y la vida silvestre del país contra las explotaciones petroleras, carboneras y de gas. El legado natural no es nuestro. Se lo hemos pedido prestado a la siguiente generación.

Pero la decisión más apremiante que tiene ante sí el mandatario es negar el permiso de construcción de una bomba de tiempo, el oleoducto Keystone XL que transportaría petróleo bituminoso —el más sucio del planeta— desde Alberta, Canadá, al Golfo de México.

Los expertos climáticos lo llaman bomba de tiempo porque la combustión de este crudo de elevadísimo contenido de carbono causaría daños irreparables al equilibrio atmosférico del planeta.

El oleoducto constituye una amenaza tan grave para el futuro de la humanidad, que el Sierra Club y varios otros grupos medioambientales han convocado una manifestación —la mayor en la historia del ecologismo norteamericano— para el 17 de febrero frente a la Casa Blanca para presionar a la administración Obama. Y el 22 de abril, Día de la Tierra, otra manifestación ocurrirá también en Washington, DC, para culminar esta crucial campaña.

La humanidad se encuentra en una encrucijada histórica que definirá el futuro de nuestros hijos y nuestros nietos, si tendrán un clima benigno en el que prosperar o un clima hostil que hará la vida en este planeta mucho más difícil.

Pero yo tengo fe en que nuestros descendientes leerán en sus libros de historia que en los primeros meses del año 2013 nuestra sociedad se negó a decirles a sus hijos que nacieron una generación demasiado tarde.

Javier Sierra es columnista del Sierra Club. Sígale en Twitter @javier_SC.