Por Javier Sierra
Ya dice el refrán que del árbol caído todos hacen leña. Y eso es precisamente lo que está ocurriendo en Corpus Christi, Texas, una de las ciudades más contaminadas del país, especialmente sus barrios latinos y afroamericanos, donde el bombardeo tóxico es incesante.
Estas comunidades, situadas en el área llamada Coastal Bend de Corpus Christi, contienen 23 refinerías y plantas químicas -la mayor concentración de este tipo en Estados Unidos- además de 46 basurales, un incinerador y una planta de reciclaje de baterías.
«Las refinerías son lo primero que ves al entrar a la ciudad y lo último al salir», dice Danny Lucio, un activista de 26 años y miembro fundador de la Coalición por una Economía Limpia. «Son la razón principal por la que Corpus Christi es la ciudad texana con mayor incidencia de defectos genéticos y de asma».
Los contaminadores, increíblemente, no se apiadan del Coastal Bend y están empeñados en aumentar el sufrimiento construyendo una planta energética que casi duplicará las emisiones tóxicas de la cuidad.
El Las Brisas Energy Center, LLC (LBEC) -un nombre tan irónico como cruel- generará electricidad quemando miles de toneladas de uno de los combustibles más sucios que se conocen, el coque de petróleo, un residuo de la refinación de crudo.
«Las Brisas aumentará la contaminación de Corpus en un 82%, más que todas las refinerías juntas«, dice Lucio. «Sólo hay una cierta cantidad de coque de petróleo disponible en la región, y cuando se termine, quemarán carbón».
Según estudios médicos realizados sobre el futuro impacto de Las Brisas, la planta emitirá 220 libras de mercurio, uno de los venenos más tóxicos que se conocen, además de un letal caldo de contaminantes que cada año causaría 79 muertes prematuras.
Según la Agencia de Protección Medioambiental (EPA), siete escuelas del Coastal Bend ya se encuentran en el 10% de mayor exposición a toxinas y carcinógenos de todo Estados Unidos.
Pero si hay algo que huele aún peor que el coque o el carbón es la escena política en Corpus Christi que ha abierto sus puertas a la construcción de este nuevo monstruo. Esto incluye un contrato que permitiría a Las Brisas, un proyecto de $3,000 millones que crearía la asombrosa cantidad de 80 empleos, consumir hasta 7,000 millones de galones de agua al año, durante la peor sequía que conoce Texas en más de un siglo.
El alcalde se enamoró de la idea con sólo ver la presentación de LBEC y a la que no asistió ningún miembro de la comunidad. De hecho lo único que falta para empezar la construcción es el permiso de la EPA.
Pero este apoyo masivo ha ignorado las decisiones no vinculantes de dos jueces locales que rechazaron los planes de construcción y la oposición también masiva a la planta por parte de las personas que estos políticos se supone que representan.
«La comunidad en pleno, incluso los trabajadores de las refinerías, se opone a este proyecto«, dice Lucio. «La comunidad médica también se opone», incluyendo la Asociación Médica de Texas, la cual por primera vez ha rechazado un proyecto empresarial de cualquier naturaleza.
«Hago esto por mi familia y mi comunidad», indica Lucio. «Amo el Sur de Texas porque es mi verdadero hogar y quiero protegerlo».
Irónicamente, la planta contaminadora se construiría cerca de una gran instalación costera de turbinas de viento que ya alimenta la red de tendido eléctrico de Texas.
La EPA tiene ahora que decidirse ante el asombroso contraste entre las brisas limpias y renovables, y Las Brisas tóxicas.
Javier Sierra es columnista del Sierra Club. Sígale en Twitter @javier_sc.