Por Pamy Rojas
Un milagro de la naturaleza se materializó ante mis ojos cuando tuve la fascinante experiencia de observar a un tinglar, la tortuga marina más grande del planeta, desovar. Tuve acceso a un área restringida en la costa de Luquillo donde pude presenciar tan maravilloso espectáculo protagonizado por un enorme tinglar. Eran casi las dos de la madrugada cuando el biólogo del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA), divisó a la tortuga saliendo del agua. Desde el 1985 el DRNA mantiene proyectos para el anidaje de tortugas marinas en diferentes playas de la isla.
Con toda su calma, el tinglar comenzó a salir del agua. El biólogo mantenía al grupo de espectadores a cierta distancia, para no estorbar el proceso. Desde donde me había acomodado, y con la Luna como única iluminación, pude observar los movimientos lentos y pesados de la gigantesca tortuga hacia un lugar bastante alejado del agua.
El desove
Allí, lejos de las olas, comenzó el proceso de hacer un nido en la arena. Con sus aletas delanteras, la tortuga cavaba un hueco del tamaño de su cuerpo. Luego con las traseras, el tinglar sacaba arena poco a poco y la iba depositando a los lados. Es impresionante ver como sus aletas traseras toman una forman cóncava que le permite hacer el hueco donde depositará posteriormente sus huevos. Ya casi sin aliento, por el asombro que me embargaba, yo continuaba enfocada en este espectáculo de la naturaleza que recibía como un gran regalo. Todos estábamos mudos…nos habíamos integrado a un ritual hermoso y lo único que se sentía en el ambiente era un gran respeto y veneración por la Madre Naturaleza, por esa tortuga convirtiéndose en madre.
Fue impresionante ver cómo esta especie, de casi seis pies de largo y que puede pesar hasta mil libras, se movía lentamente, a su propio ritmo, acompañada por el silencio que conquistaba en el ambiente. Sentía una emoción extrema y a la vez mucha impaciencia por ver el resultado el proceso, más el tinglar se movía sin prisa, suavemente, como en un éxtasis sublime y profundo.
Las lágrimas
Una vez terminado el nido la tortuga comenzó a desovar sus huevos. Como en cámara lenta, el tinglar dejó caer sus huevos, primero uno, luego dos, después uno nuevamente, hasta llegar a casi cien huevos. Mientras el tinglar pone sus huevos, las lágrimas se deslizan por sus ojos. El biólogo explica que es para mantener los ojos húmedos y sin arena. Pero desde mi punto de vista, más maternal, pienso que la tortuga está sufriendo el dolor de un parto, como todas las madres.
El camuflaje
Una vez la hembra terminó de poner todos sus huevos, los cubre con arena. Poco a poco, de la misma manera que hizo el nido, lo va cubriendo, con toda su calma. El nido está completamente tapado, pero la tortuga como madre al fin, tiene que proteger a sus crías. Por eso, trata de disimular el área donde está el nido. Lanzando arena alrededor del nido con sus aletas y borrando las huellas con su cuerpo, el tinglar logra, ante nuestros ojos de asombro, eliminar completamente cualquier marca en la arena que pueda revelar el lugar del nido. Luego, con la misma lentitud con la que salió de la playa, el majestuoso tinglar regresa al agua, para repetir el proceso en las próximas semanas. Durante el período de reproducción, la hembra puede anidar cada dos semanas logrando hacer de tres a ocho nidos. Esto le permite poner hasta 1,000 huevos en una sola temporada, pero el tinglar no anida todos los años, por lo general desova cada dos o cuatro años.
El tinglar, especie que ha vivido en el planeta Tierra por millones de años, permanece toda su vida en el océano, se puede encontrar cruzando el Océano Atlántico, Pacífico o Índico. Esta especie de tortuga marina anida en las costas de Puerto Rico durante los meses de verano, ya que migra al trópico durante la temporada de reproducción. Se puede observar en algunas playas del oeste, norte y este de Puerto Rico. También anida en las Islas Vírgenes. Se cree que las hembras hacen sus nidos en la misma playa donde nacieron.
Todas las tortugas marinas están protegidas por leyes federales y del gobierno de Puerto Rico, el tinglar no es una excepción. En el año 1970, el tinglar fue incluido en la lista de especies en peligro de extinción. Lo que significa que cualquier persona que le haga daño o atrape a una tortuga va a ser reprendido según las leyes federales lo establezcan, con multas o hasta la cárcel.
Proteger al tinglar es responsabilidad de todo buen ciudadano. Es importante notificar a las autoridades si se sabe de alguna persona que venda o distribuya cualquier parte de esta tortuga o si se nota algún nido en la playa y no está debidamente marcado para su protección.
Este artículo fue publicado originalmente en DéjàVu Travel Journal.