Mill Creek Station, industria del carbón localizada en Louisville, Kentucky. (suministrada por el Sierra Club)

Por Javier Sierra

La industria carbonera ha redefinido el significado de la palabra «barato»: quédate con las ganancias y pásale tus costos a la sociedad.

El dominio de este combustible del siglo 19 en la producción de energía en nuestro país se ha basado en un abundante producto fósil y en no pagar por sus terribles consecuencias para la salud y la economía del resto de la sociedad.

Las 500 plantas energéticas de combustión de carbón que existen en Estados Unidos causan daños a la salud de nuestra sociedad por valor de $62,000 millones cada año, según la Academia Nacional de Ciencias.

Otro informe de Doctores por una Sociedad Responsable indica que los contaminantes de la combustión del carbón -como partículas, hollín, smog, arsénico y mercurio- afectan a todos los órganos del cuerpo y contribuyen a las cinco peores causas de muerte en Estados Unidos.

Según la Asociación Pulmonar Americana, cada año, la contaminación de estas plantas causa en el país 24,000 muertes prematuras, 21,000 hospitalizaciones y 38,000 ataques al corazón.

Y para los hispanos, las consecuencias son incluso peores. El 80% de nosotros vive en los condados con la peor calidad de aire. Según un estudio de LULAC, el 39% de los hispanos vivimos peligrosamente cerca de una planta de carbón. Y sobre todo en comunidades de origen mexicano y puertorriqueño, el asma se considera una epidemia.

«No es justo para nuestra gente que tenga que sufrir las consecuencias de esta contaminación», dice Rose Gómez, voluntaria de PERRO, una asociación comunitaria del sur de Chicago que lucha contra dos viejísimas plantas de carbón.

Las instalaciones -llamadas Fisk y Crawford, propiedad de Midwest Generation- tienen más de 40 años y dicen estar exentas de modernizar sus equipos para reducir sus emisiones tóxicas. Cada año, según un estudio de la Universidad de Harvard, ambas plantas causan 42 muertes, 2,500 ataques de asma y 500 hospitalizaciones en una comunidad cuyo 70% es hispano.

«Estas plantas han estado contaminándonos demasiado tiempo», dice Gómez. «Han creado demasiados problemas de salud a demasiada gente».

Pero el mayor obstáculo para acabar con esto es un funcionario local, indica Gómez. Alderman Danny Solís se ha opuesto a una ordenanza municipal que obligaría a ambas platas reducir sus emisiones tóxicas. Resulta que Solís ha recibido más contribuciones a su campaña de Midwest Generation que ningún otro político.

«Es muy triste que un funcionario latino no apoye esta ordenanza,» se lamenta Gómez.

Esta historia se ha estado repitiendo en el país durante décadas. El poder cabildero de esta industria ha impedido las reformas federales necesarias para que las carboneras paguen por los daños que inflingen a nuestras comunidades.

Pero la industria carbonera tiene los días contados. Mientras el Congreso Federal se cruza de brazos, nuestras comunidades han dicho «¡basta!» Debido a campañas como «Más Allá del Carbón» del Sierra Club, el futuro carbonero es realmente negro.

Desde el otoño de 2008 no se ha comenzado a construir ninguna planta de carbón. La Agencia de Protección Medioambiental (EPA) ha suspendido todas las operaciones de deslave de montañas -un método minero extremadamente destructor. Los bancos PNC y UBS, los mayores financieros de esta devastadora forma de extracción, se han unido a varias instituciones que han limitado su apoyo.

La única defensa que les queda a las carboneras es tratar de socavar el poder de la EPA, algo que sus aliados tratarán con especial intensidad en este nuevo Congreso Federal.

Pero aun así, las carboneras nadan contracorriente. Gracias a los esfuerzos reguladores de la EPA, sólo en 2010 nuestras comunidades y barrios han evitado 1.7 millones de ataques de asma y se han ahorrado $110,000 millones en gastos de salud.

Tratar los daños a la salud causados por el carbón cuesta caro, y los costos de la contaminación de carbón están encareciendo los precios de la electricidad en todo el país. La solución es invertir en fuentes de energía limpia y renovable que acaben con nuestra dependencia carbonera, mejoren la salud de nuestras comunidades y creen millones de empleos en los rubros de la economía que emplean a más hispanos.

«El carbón nos enferma a todos», dice Rose. «Ya es hora de avanzar porque la tecnología limpia ya está ahí».

La imagen de que el carbón es barato está tiznada de negro, tan negro como su futuro.

Javier Sierra es columnista del Sierra Club. Sígale en Twitter @javier_sc.