Por Marielisa Ortiz Berríos
Revista Atabey
El desarrollo desmedido, la destrucción de bosques y la contaminación ambiental en Puerto Rico, entre otros problemas ambientales derivados de las acciones humanas, han afectado ciertas especies de flora y fauna, al punto de encontrarse algunas protegidas por leyes estatales y federales. Sin embargo, la Isla aún conserva una gran biodiversidad que es admirada, estudiada y fotografiada por puertorriqueños y extranjeros. Tal es el caso de la población de aves silvestres.
En la Isla existen ornitólogos y observadores de aves profesionales, voluntarios y aficionados que aportan con su experiencia y dedicación al trabajo investigativo e informativo de la zoología. Se realizan censos anuales, de temporada y conteos de alados con el fin de mantener un récord de las especies que visitan y habitan el archipiélago.
Según el catálogo de aves de la Sociedad Ornitológica Puertorriqueña, mejor conocida por sus siglas SOPI, en Puerto Rico existen alrededor de 354 aves, entre introducidas, nativas y endémicas. Varias de las autóctonas, 17 en total, son el bienteveo, la calandria, el pájaro carpintero, el comeñame, la cotorra puertorriqueña, el guabairo, el juí, la llorosa, la mariquita, el múcaro, el pájaro bobo, la reina mora, la reinita de bosque enano, la reinita mariposera, el san pedrito, el zumbador verde y el zumbadorcito. Algunas de las nativas e introducidas son la chiriría, el pato chorizo, el pelícano pardo, la tijereta, la yaboa americana, el falcón común, el guaraguao negro, la viuda, playeros y el perico monje.
Todas estas especies tienen características particulares que las distinguen de las demás, como su plumaje, colores, canto, habitáculo y hábitos. Por ejemplo, el bienteveo, cuyo nombre científico es Vireo latimeri, es un pequeño pájaro forestal de cabeza gris, pecho blanco y vientre amarillo pálido. Alrededor de los ojos posee un anillo blanco y un ligero gancho en la punta, al igual que otros de su mismo género. “Bien-te-veo”, parece decir su sonoro canto, por lo que así es reconocido comúnmente. Esta ave habita en los bosques montanos, cafetales de sombra, mogotes costeros y matorrales espinosos con abundante enmarañado. Tiene como habito moverse lentamente por el follaje, investigando las hojas en busca de presas como el saltamontes, cigarras, escarabajos, áfidos y orugas. También come lagartijos, arañas y pequeñas bayas. Su nido se localiza en la copa de una rama y contiene tres huevos rosados con manchas color marrón.
Por su parte, el guabairo, Caprimulgus noctitherus, otra ave endémica, es un ave nocturna, rara y de distribución muy local. Su color marrón moteado hace que se camufle a la perfección. El canto es una serie rápida de notas “uip”, emitido desde una rama. Se encuentra mayormente en matorrales costeros secos en áreas muy localizadas del suroeste de Puerto Rico. El guabairo de Puerto Rico se posa en las ramas durante la noche, desde donde emprende vuelo para capturar insectos. Este alado necesita bosques con hojarasca para anidar. No construye nido, sino que pone uno o dos huevos directamente sobre la hojarasca. Los huevos son marrón claro, con manchas color marrón oscuro o púrpura.
El Anthracothorax viridis, menor conocido como zumbador verde, es otra especie natural de Puerto Rico. Es un colibrí grande de pico curvo. Ambos sexos son verde por arriba y por abajo, con la cola azulosa. La intensidad del color depende del ángulo del sol. Su voz es un gorjeo grave y habita en bosques y cafetales. Se alimenta principalmente de insectos, como los escarabajos y moscas; arañas y néctar. Los zumbadores pueden ver la luz ultravioleta, lo que les permite detectar patrones en las flores que el ojo humano no puede distinguir. El minúsculo nido en forma de copa está construido con fibras vegetales y por afuera está forrado con líquenes. La hembra pone dos huevos blancos.
Tanto para la comunidad científica del Gobierno, compuesta mayormente por el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA), y afiliados a organizaciones no gubernamentales y sin fines de lucro, como la SOPI y el Fideicomiso de Conservación de Puerto Rico, es tan importante la protección de las especies de aves como la salvaguarda de sus hábitats. Es por esto que muchos grupos comunitarios y ambientales levantan su voz de protesta cuando entienden que algún desarrollo o actividad podría tener un impacto significativo en alguna especie o su habitáculo. Un ejemplo de esto es el área donde vive el guabairo en Guayanilla, al sur de Puerto Rico, donde se vislumbra la construcción de un parque eólico. Los ambientalistas plantean que sí apoyan el desarrollo de un parque eólico, más aún tratándose de alternativas a la energía derivada del petróleo, pero si su construcción no afecta el lugar donde vive y anida esta especie.
La cotorra puertorriqueña, Amazona vittata, es un ejemplo de una especie endémica amenazada y protegida por las leyes estatales y federales. Hace varias décadas se llegó a reducir a muy pocos individuos. Actualmente el gobierno estatal, representado por el DRNA, y el gobierno federal con su Servicio Forestal, mantienen aviarios en los bosques de Río Abajo, localizado entre Arecibo-Utuado y El Yunque, en Río Grande, donde la cotorra es cuidada en cautiverio para lograr su reproducción y liberación a la vida silvestre.
Para ser un observador de estas aves endémicas y todas las que habitan en Puerto Rico primeramente es importante amar la naturaleza y respetar el medio ambiente. Un observador de aves necesita los sentidos de la vista y audición para poder apreciar la avifauna de la Isla. Poco a poco y conforme va adquiriendo experiencia, conocerá los lugares más importantes donde estas habitan, sus nombres y sonidos que emiten.
La biodiversidad de Puerto Rico depende en gran medida del esfuerzo de los puertorriqueños. Promulguemos la apreciación de la flora y fauna silvestre de nuestro archipiélago y formemos parte de ese cosmos sin perjudicarlo ni afectarlo. Las aves y los seres humanos han vivido millones de años en esta Tierra. Continuemos fomentando dicha convivencia.
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