Por Javier Sierra
¿Ha sentido últimamente la urgencia de levantar las manos a la hora de pagar en la gasolinera? No es usted el único, sobre todo si resulta ser hispano.
Nuestra comunidad es la que más está sufriendo esta nueva crecida de los precios de la gasolina. Según un estudio del Public Policy Institute de California, el 83% de los latinos reconoce que el encarecimiento de los combustibles les causa dificultades financieras, comparado con el 54% de los blancos no hispanos.
El estudio también develó que los latinos dedicamos el 5.4% de nuestros ingresos a comprar gasolina y otros gastos relacionados con el carro; es decir, un punto porcentual más que el resto de la población. Sin embargo, nosotros somos los más dispuestos a compartir nuestro carro con otros y a comprar los vehículos más eficaces.
Y mientras usted se rasca el bolsillo buscando las últimas monedas, la industria petrolera se está dando una fiesta histórica. ExxonMobil, BP, Chevron, Shell y ConocoPhillips informaron que durante el primer trimestre del año obtuvieron la friolera de $34,000 millones en ganancias. Sólo ExxonMobil informó que sus ganancias en ese periodo fueron de $10,700 millones, un incremento del 69% con respecto a 2010.
Entre 2001 y 2010, las petroleras han ingresado unos $952,000 millones en ganancias -una cifra difícil de comprender: es casi un millón de millones.
Nos guste o no, todos contribuimos a estas obscenas ganancias, como consumidores en la gasolinera, y como contribuyentes permitiendo que el gobierno federal otorgue a esta industria miles de millones de dólares en subsidios. Entre 2002 y 2008, la industria fósil recibió $72.5 millones por cortesía del tesoro federal. Y hace unos días los aliados de las petroleras han logrado una vez más derrotar en el Congreso un intento de eliminar estas injustas regalías. De haberse aprobado, nos hubiéramos ahorrado todos unos $21,000 millones en los próximos diez años.
Lo que está absolutamente claro es que nuestra adicción petrolera nos está costando un ojo de la cara y que no podemos permitirnos este lujo si queremos recuperar la vitalidad económica y crear los millones de empleos que necesitamos tan desesperadamente. Además, las emisiones tóxicas del petróleo y el carbón causan enormes daños a la salud pública, especialmente a la de la comunidad latina.
La administración Obama debería establecer estándares de eficacia más exigentes para carros y camiones que rindan al menos 60 mpg. Esto nos ahorraría 2,500 millones de barriles de crudo al día. Si invirtiéramos los $4,000 millones en subsidios anuales a las petroleras en energía limpia se crearían 64,000 empleos cada año, sobre todo en los rubros de la economía que emplean a más latinos. Y estos son empleos que no se pueden exportar, que pagan bien y que convierten al trabajador en un valioso miembro de la compañía que lo contrata.
La energía limpia, además, es uno de los sectores que más y mejor están creciendo. Según el Wall Street Journal, la industria eólica (viento) es la segunda más robusta del país y la solar la séptima. Y el futuro es aún más brillante. La eólica se espera que crezca 11.2% en los próximos seis años y la solar un 7.9%.
Y hablando de brillante, la energía limpia y renovable podría muy bien abastecer al mundo del 80% de sus necesidades en las próximas cuatro décadas. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (PICC) de la ONU publicó un histórico estudio que fortalece aún más la necesidad de abandonar los combustibles fósiles y fomentar la energía del futuro.
El PICC, compuesto por los 3,000 expertos más prestigiosos del mundo, develó que si se llega a ese 80%, el mundo logrará mantener las concentraciones de gases de calentamiento global a menos de 450 partes por millón, el límite de seguridad que nos separa de los efectos catastróficos e irreversibles del cambio climático.
Pero el PICC advirtió que pese a que las soluciones a nuestro reto energético y climático están ahí, sin voluntad política por parte de todos los gobiernos seguiremos anclados a las fuentes de energía del siglo 19 y arriesgando a dejar a nuestros hijos y nietos un planeta en caos climático.
Es en Estados Unidos donde debemos prestar más atención a esta advertencia. Es en el Congreso Federal, tan poderosamente influenciado por las petroleras y carboneras, donde debe empezar este cambio.
Nuestros representantes son los que tienen que acabar con el «manos arriba» y empezar con el «manos a la obra».
Javier Sierra es columnista del Sierra Club. Sígale en Twitter @javier_sc.